
Amar a Colombia es un autoengaño… esto es un infierno disfrazado.
Yo era ese que cuando estaba en el exterior me ufanaba de ser colombiano, ese que odiando los vallenatos los colocaba solo para decir que era de acá, defendía a esta tierra a capa y espada a pesar de haber crecido en épocas tan salvajes como los ochentas y noventas cuando explotaron media ciudad a punta de bombas y la muerte era como respirar. Normal… han pasado muchos años y el país está peor. Al menos antes se podía comer, hoy Colombia sigue siendo un nido de corrupción, sangre y violencia pero con algo peor… está disfrazada de paraíso y hay que aceptar que esto de paraíso no tiene absolutamente nada. El primer paso que un drogadicto debe dar para recuperarse es aceptar su adicción, así como nosotros como colombianos debemos dejar ese positivismo tóxico y ese velo que tenemos puesto sobre la realidad y decir “somos Colombia, necesitamos rehabilitarnos” porque ya no da para más y hoy necesito nuevamente hablar y desahogarme, pedir de alguna manera ayuda porque estamos muriendo ya sea asesinados, de hambre o de depresión y publicaré esto en todos los lugares posibles para ver si alguien se da cuenta.
Primero y sobre todo, Colombia sigue siendo un país de sicarios, de asesinos, de ladrones, de corruptos, en donde la justicia se puede comprar y los cuerpos de la ley no sirven, el sistema judicial está podrido y la justicia es solamente para quien la puede pagar o para quién es visible en la sociedad. Eso no es nuevo, esta ha sido la patria boba desde que se creó. No es de este gobierno, ni del anterior, es algo cultural, el colombiano parece ser tránsfuga por naturaleza: “¿Cómo voy yo?”, “A papaya puesta, papaya partida”, “Hecha la ley, hecha la trampa”, “El vivo vive del bobo” y todos esos mantras ignorantes que el colombiano usa para justificar el ser pícaro y disfrazarlo de “viveza”, no, los colombianos no somos vivos, somos más bien ignorantes sencillamente porque tenemos la peor educación del planeta tierra y además casi nadie puede acceder a ella porque a veces cuesta mucho más que las mejores universidades del mundo. Pero el mantra más ridículo y ofensivo es el “si no le gusta váyase”, que denota la estupidez en la que muchos andan, la ceguera social, la falta de información sobre como debe funcionar una sociedad.
Su pasado ha sido terrible, pero si hablamos de la actualidad, no hay forma de querer a este país, esta tierra lo único que devuelve es miseria y miedo, hablar de lo básico: vivienda, salud, ingreso mínimo, transporte y vida digna es imposible, nada se cumple, la constitución es un libro de chistes y por eso todo el mundo anda en necesidad, con hambre y no se puede confiar en nadie, los amigos son unos parásitos, todo el mundo está muy por debajo del nivel digno de vida y si no lo están es muy probable que sean torcidos.
Y hablar sobre lo que hago es peor, yo me dedico a las artes, a la música, al rock y eso está peor. En Colombia hasta el rock es corrupto, han construido un oligopolio invisible que se roba más dinero que toda la delincuencia junta y lo peor es que es protegido por el estado desde hace décadas, en Colombia hasta las artes están podridas. ¿Entonces que hacer? ¿La única opción es largarse a que lo traten a uno como perro en Estados Unidos o Europa? Al parecer sí… parece que la única opción es irse porque acá están muy cómodos nadando entre la mierda y no quieren cambiar, esto se convirtió en la normalidad y la gente tiene tan lavada la cabeza que lo defiende.
Para rematar, estamos solos, no se puede hablar con nadie, los gobernantes se sientes dioses intocables, el ciudadano no tiene nada para defenderse, los mecanismos de defensa ciudadana no funcionan, las tutelas dan risa a quienes los tocan y desacatarlas es un deporte, entidades como la defensoría del pueblo son un adorno, a los corruptos les dan embajadas, todo queda en la impunidad.
Si hablamos de seguridad, Colombia tiene una de las tasas de homicidios más altas del mundo con 25.9 homicidios por cada 100.000 habitantes, superando por mucho a países como Estados Unidos (6.3) o España (0.6). En ciudades como Medellín y Cali estas cifras se disparan a más de 45 homicidios por cada 100.000 habitantes. El 89% de estos crímenes quedan en la impunidad según la Fiscalía General de la Nación.
La educación es patética, Colombia ocupa el puesto 58 de 79 países en las pruebas PISA, muy por debajo del promedio de la OCDE. Una carrera universitaria en una institución privada cuesta en promedio $8.000 a $15.000 dólares anuales, mientras que el salario mínimo es de apenas $262 dólares mensuales. En Estados Unidos, las mejores universidades cuestan $50.000 anuales, pero el salario mínimo federal es de $1.256 mensuales. Proporcionalmente, estudiar en Colombia es más caro que en Harvard.
En salud, el 68% de los colombianos considera que el sistema de salud es malo o muy malo según el Latinobarómetro 2023. Y lo es, ese sistema corrupto de las EPS con su mafia de medicamentos y citas fracasó, los tiempos de espera para citas especializadas promedian 89 días y el 34% de la población no tiene acceso efectivo a servicios médicos. La mortalidad infantil es de 12.8 por cada 1.000 nacidos vivos, los médicos están atados de manos por la burocracia y aunque aparentemente hay salud para todos esto no es real, la red de atención de urgencias es paupérrima y vivie explotada, todo lo que tenga que ver con salud es un martirio.
Bogotá tiene el peor tráfico de América Latina según el índice TomTom 2023, con ciudadanos perdiendo 133 horas al año en trancones. El costo del transporte público consume el 28% del salario mínimo, mientras que en ciudades como Madrid consume solo el 8%, solo piensenlo, es ridículo.
Por ejemplo vivir en Bogotá es más caro que vivir en New York o Madrid, así no lo crean, los datos son la prueba, un mercado básico para una familia cuesta $120 dólares semanales cuando el salario mínimo mensual es $262. Una vivienda digna de dos habitaciones en Bogotá cuesta mínima $400 dólares de arriendo, es decir, más del salario mínimo completo, productos básicos como los huevos o la leche cuestan más que en París o Nueva York.
La justicia sencillamente no existe, es corrupta, es un nido de favores, según Transparencia Internacional, Colombia ocupa el puesto 87 de 180 países en percepción de corrupción. El 76% de los ciudadanos considera que la corrupción aumentó en los últimos dos años, la efectividad de la justicia es del 0.47 sobre 1.0 según el World Justice Project, ubicando al país en el puesto 84 de 142 naciones evaluadas.
El trabajo tampoco existe, casi todo se mueve por “palancas”, el 61.8% de los trabajadores están en la informalidad, sin protección social ni estabilidad, el desempleo juvenil alcanza el 19.3%, y el 47% de los profesionales universitarios trabajan en empleos que no requieren su nivel educativo, a los 20 se es muy joven y a los 40 se es muy viejo, los que lavan platos en Estados Unidos tienen que enviar dinero a los doctores y maestros del país para que puedan comprar la comida mediocre de los supermercados baratos como el D1 o el Ara, por eso la fuga de cerebros es brutal: 2.8 millones de colombianos han emigrado en la última década, principalmente profesionales y jóvenes educados. Venezuela, con toda su crisis, expulsa venezolanos, pero Colombia expulsa a sus propios ciudadanos educados que simplemente no pueden vivir dignamente con lo que el país ofrece y como se dice anteriormente en este artículo hasta en el sector cultural es corrupto, casi todo se lo roban o lo reparten entre amigos, los números son vergonzosos. el presupuesto nacional para cultura representa apenas el 0.18% del PIB, mientras que países como Francia destinan el 1.4%. Los recursos se concentran en unos pocos festivales y proyectos politizados, dejando a miles de artistas en la miseria absoluta.
La realidad es que Colombia se ha convertido en un país expulsor de talento, donde quedarse es casi un acto de masoquismo y donde la “buena vibra” y el “optimismo” se han vuelto una forma de negación colectiva ante una realidad que duele reconocer pero que es imposible de negar.
Y señoras y señores, el dato mata el relato y no hay nada que puedan decir para ocultar la miseria en que nos convertimos, el negarlo no lo borra y es más un acto de supervivencia hacerlo para que la mente no se enloquezca, porque acá casi todo el país tiene problemas mentales, ansiedad, depresión, etc. Porque los datos que se reciben y la realidad diaria sostienen ese sentimiento de una esperanza que no es real, los discursos oficiales, la publicidad nacional y hasta gran parte de los medios de comunicación insisten en presentar a Colombia como “el país más feliz”, un “paraíso biodiverso”, lleno de “talento, resiliencia y esperanza”. Pero todos sabemos (y las cifras lo demuestran) que para la mayoría, esa narrativa es solo fachada para cubrir desigualdad, dolor y una vida demasiado cuesta arriba.
Sentirse así no es falta de gratitud ni debilidad, es abrir los ojos y aceptar el maldito cansancio. Lo difícil de Colombia es que hasta el inconformismo y la crítica son mal vistos, la presión social es asfixiante, toca “dar gracias”, “sonreír” y “seguir luchando” mientras que todo depende cada vez menos del esfuerzo y más de aguantar.
Para muchas personas, el mejor acto de salud mental es buscar cómo salir del país, buscar espacios en donde al menos la dignidad y el esfuerzo sean recompensados de forma más justa y si no es posible emigrar toca refugiarse en proyectos personales, pequeñas comunidades críticas y sinceras y decir la verdad aunque incomode, porque nadie está obligado a quedarse quieto ni a sufrir en silencio. Reconocer la realidad e incluso decir “esto es una mierda” es el primer paso para decidir qué cambiar, aunque la salida aún no se vea clara, pero acá hablar es un pecado porque ¿Cómo putas no estás agradecido de haber nacido en “Encanto”?
La verdad parece que esto será eterno, que es nuestra naturaleza, acá no hay nada ni lo habrá jamás y ¿entonces qué? ¿Si no le gusta váyase?
@felipeszarruk