
Caso Miguel Uribe y los medios: Solo Jesucristo y Los colombianos han logrado resucitar a un ser humano.
Colombia es Colombia, el realismo mágico, Encanto… un lugar en donde la incredulidad no existe frente a la desinformación, las noticias en este país manipulan la percepción, alimentan el ruido, levantan sospechas o desatan idolatrías. Como nos lo dijo claramente un famoso periodista al aire “las noticias acá no son para informar sino para hacer billete”, ahora apareció una declaración de la esposa del senador Miguel Uribe Turbay “Me dijeron que tenía muerte cerebral, que era cuestión de horas” Pero hoy está recuperándose y estable. Bien por él y sobretodo por su familia, este es un país que todo lo arregla a bala, una tierra sin dueño en donde como siempre lo dijo un afamado personaje todo se arregla con “plata o plomo”.
Ahora, los titulares no vienen de un medio alternativo, ni de una cadena de WhatsApp, ni por una influencer con afán de protagonismo. Es parte de la entrevista a Los Informantes, un programa que tiene gran audiencia y que es supuestamente muy serio. Y no solo ellos, muchos medios que se reconocen por su ética y periodismo investigativo lo están replicando. La escena busca ser conmovedora, íntima, un testimonio humano de fe y resistencia busca sensibilizar al público sobre la situación y eso está bien, pero lo que es muy peligroso es que no hay un solo caso en la historia de la humanidad, en ningún hospital del mundo, ni en ninguna literatura médica seria, de una persona que haya sido diagnosticada con muerte cerebral real y luego haya regresado.
Hay que decirlo de frente: La muerte cerebral no es algo que se pueda revertir, no es una forma de coma profundo, no es sinónimo de estar “muy mal”, es un diagnóstico médico, clínico y legal que indica que el cerebro, incluyendo el tronco encefálico, ha dejado de funcionar de forma irreversible. Cuando un médico declara la muerte cerebral se declara la muerte de la persona. El corazón puede seguir latiendo porque una máquina lo mantiene activo, pero no hay consciencia, no hay actividad neurológica, no hay reflejos básicos, no hay retorno.
Es el único escenario donde un paciente puede estar “muerto” aunque sus órganos sigan oxigenados, por eso es en ese momento que se usa en la donación de órganos, ya no hay persona pero sus órganos siguen vivos y es precisamente por eso decir que alguien volvió de la muerte cerebral es como decir que alguien volvió de la muerte física. No es real, nunca ha sucedido, no es posible.
¿Por qué es grave esto que están diciendo? Porque un país cansado de la manipulación mediática, del ocultamiento, del maquillaje en las historias, de las verdades parciales y de las verdades a medias no necesita ahora otro capítulo de magia y resurrección. Porque lo que se dice públicamente, especialmente desde los medios grandes, debe tener una relación absoluta con la verdad científica.
Si la esposa de Uribe repite lo que le dijeron los médicos en un momento de angustia, está en su derecho, no es ella quien debe saber diferenciar entre un estado comatoso profundo y una muerte cerebral, pero los medios que replican sin matizar, sin explicar, sin advertirle al lector que esa afirmación es imposible en términos médicos, sí están fallando.
Están fallando por omisión, por conveniencia, por emoción o por cálculo, pero están fallando y lo están haciéndolo en un contexto donde cada noticia se vuelve una bandera política, una excusa para dudar del adversario o para confirmar la propia teoría de la conspiración, el papel del periodismo en Colombia parece ser más de propaganda que de información.
¿Quiere decir que no hubo atentado cómo muchos dicen? Para nada, este artículo no niega el atentado ni la gravedad del estado de salud del senador, de hecho, lo más probable es que el ataque haya sido real, brutal, que Uribe esté luchando por su vida y que haya tenido momentos clínicos muy críticos, todo eso puede ser verdad y puede ser profundamente conmovedor y de nuevo volvemos a esa realidad cruda de Colombia, sus sicarios, su silenciamiento y su historia llena de sangre.
Lo que no podemos seguir permitiendo es que se construya esa narrativa en donde los hechos médicos son manipulados para crear un relato de redención o milagro, sin que se le diga al público que ese “milagro” es médicamente imposible. Porque en un país donde el poder, la fe y la propaganda se han mezclado demasiadas veces, las palabras importan y cuando se le dice a la gente que alguien “volvió de la muerte cerebral”, se le está diciendo que lo imposible es posible, que lo que los médicos declaran no es definitivo, que todo puede ser reversible si uno tiene fe, dinero o apellido y eso no es solo ingenuo, es peligroso.
Lo más probable es que nunca haya existido la muerte cerebral, que se haya interpretado una condición crítica como irreversible, que hubo un error de comunicación. Es muy probable que en un estado como estos haya habido edema cerebral, sangrado, coma profundo. Que se le haya dicho a la familia lo peor, como una manera de prepararla para el desenlace que parecía inevitable, eso ocurre, la medicina también se equivoca y mucho más de lo que pensamos.
Pero si eso pasó, si nunca hubo un diagnóstico formal de muerte cerebral según los criterios médicos establecidos, entonces el titular no puede decir que hubo muerte cerebral. Porque no la hubo. Y porque decirlo desinforma, manipula, embellece un proceso que ya de por sí es trágico, y que no necesita adornos. La mayoría replicó la frase sin cuestionarla, sin consultar a un neurólogo, sin siquiera mencionar que la muerte cerebral no se revierte, trataron la noticia como una anécdota emocional, como una frase poderosa, como si no fuera una afirmación médica de la mayor gravedad.
Este tipo de historias alimenta la polarización, en Colombia, todo se parte en dos: La izquierda y la derecha, los de Petro y los de Uribe, los que creen y los que dudan, entonces una narrativa así, sin aclaraciones, sin cuidado, solo aviva las teorías más extremas, los que creen que el atentado fue un montaje, ahora dicen: “¿Ven? Ni siquiera se murió, todo era un show”, los que apoyan a Uribe lo ven como una figura casi sagrada, un sobreviviente que volvió de entre los muertos y los demás, los que están en el medio, sienten que la verdad se volvió algo que no necesitamos.
Causa demasiada inquietud y cansancio ver cómo una y otra vez no se comprende cuál es el verdadero centro del asunto. Lo que se está cuestionando aquí no es la gravedad del atentado ni el dolor de la familia, tampoco se trata de desacreditar a una víctima ni burlarse de la esperanza. Lo que se critica es la forma en que se construye y se manipula la narrativa en los medios de este país. Porque no importa si la frase la dijo la esposa, el médico o el mismísimo Dios, un medio que se autodenomina serio no puede repetir sin más que alguien “tuvo muerte cerebral y se recuperó”, como si fuera una anécdota cualquiera. Esa irresponsabilidad alimenta la fantasía, refuerza la ignorancia y vuelve a poner a los ciudadanos en el lugar del consumidor pasivo de un relato que ya viene listo para ser tragado sin masticar. Lo que está en juego es el discurso. La forma en que se moldean los hechos para que encajen en el libreto emocional o político del momento. Y eso, en este país, siempre ha sido más peligroso que cualquier bala.
Adenda: curioso ver que Fatcheckers están desmitiendo la publicación de Pulzo por que ha sido manipulada pero no habla de las decenas de titulares como los mostrados en este artículo en donde se muestra claramente que sí existe una manipulación del discurso en donde a través del testimonio de la esposa de Miguel Uribe se da a entender que el paciente tuvo muerte cerebral y regresó de ella.